jueves, 25 de septiembre de 2014

Idealismo y realismo: el realismo filosófico

¡Hola compañeros!

Cinco horas seguidas de clase son capaces de quitar la vocación al más pintado, pero sabéis que siempre intento encontrar un huequecito en mi tiempo y en mi corazón para vosotros. Sobre todo teniendo en cuenta que habíamos dejado una discusión a medias y que debéis andar sin dormir desde la semana pasada mordiéndoos las uñas en pura impaciencia: "¿qué es el realismo?", os preguntáis, "¡responde ya maldita sea!", me espetáis. ¡No os preocupéis! Aquí acudo raudo a dar respuesta a vuestras preguntas filosóficas.

Nos quedamos tras la (somera y discutible) definición de idealismo filosófico. Para recordar un poco, el idealismo es la corriente filosófica que opina que los eventos mentales y racionales (es decir, nuestros pensamientos y nuestras ideas) son MÁS reales que la realidad física, concreta y caótica. Si alguien tiene más interés en el tema le remito a mi entrada aquí en la que esta idea está mejor explicada (o por lo menos con más detalle). Pero mencionamos algunos de los problemas que el idealismo nos presenta, nada despreciables y muy serios. La alternativa es la realista, el realismo filosófico. Vamos a ello.

b) Realismo:

El realismo es lo que se suele considerar filosofía clásica. Los pensadores antiguos y medievales suelen adscribirse todos a esta corriente aunque desde luego los matices son casi inagotables, hasta el punto que podemos considerar a Platón como un pensador realista (demasiado realista o realista exagerado, de hecho) a pesar de que el centro de su doctrina gira en torno a la teoría de las ideas. También consideramos realista a Aristóteles, que fue un gran crítico de las teorías de Platón. ¿Qué es por tanto lo que les acerca, lo que les aglutina bajo el paraguas realista? Por mucho que Platón amara las ideas y propugnase que son más reales que los objetos materiales siempre dejó claro que esas ideas son extramentales e independientes del ser humano. Por eso se le considera un autor realista: la realidad que cuenta, la más importante, es la que figura más allá de nuestras estrechas mentes y nuestra razón. Nuestras ideas y ocurrencias no son más reales que la misma realidad, siempre tozuda y machacona.

Los realistas bajan de las nubes a esa razón omnipotente y omnicomprensiva de los idealistas: el ser humano es un ente más de la naturaleza y de la realidad, y como tal, se ve sometido a las mismas leyes y prerrogativas que el resto de entes de la realidad. No somos seres privilegiados capaces de doblar la realidad según las leyes de nuestra razón sino que nuestra razón ha de adaptarse en último término a la realidad exterior. Los realistas se percatan de que en el fondo todo idealismo es un voluntarismo: la realidad ha de ser como quiera el ser humano. Todas las actitudes actuales buenistas derivan al final de esa actitud idealista arrogante de querer someter al ser humano a los dictados de la razón.

"Pero la razón es la misma para todos", diréis, "por lo que en el fondo al someter al ser humano a la razón solamente se está sometiendo a sí mismo, por lo que no hay opresión". ¡JA! Os respondo yo. Todos los movimientos idealistas políticos buscan someter al ser humano a una razón concreta a la que apellidan (razón proletaria, razón nacional, razón de Estado, razón económica, etc.) y cada uno arrima, como se suele decir, el ascua a su sardina. Nos presentan reivindicaciones particulares y concretas (totalmente cuestionables) como si fueran aspiraciones humanas ineludibles en nombre de la razón. Como todos somos racionales, es inevitable la revolución comunista (¡!).

El realismo nos previene contra estas actitudes y nos recuerda que la realidad es la que es. Que cambiar la realidad es algo doloroso y difícil. Que raramente se consigue un cambio sin dolor y sin externalidades negativas. Nos enseña a mirar de reojo y desconfiar del poder omnímodo del ser humano pues si el poder es absoluto, nos corromperá absolutamente.

Tengo un día oscuro y melancólico, no sé si se nota. A ver si esto os anima más.


¡Saludos filosóficos!



lunes, 15 de septiembre de 2014

Idealismo y realismo: el idealismo filosófico

¡Hola compañeros!

Hoy toca teoría. Y parece mentira que todavía no me haya atrevido a escribir acerca de esto. Es una de las cosas más básicas y típicas de la filosofía; el tipo de asuntos que cualquiera mínimamente interesado en la filosofía trata enseguida: el idealismo y el realismo filosóficos. Hay que subsanar este error.

Frecuentemente se suele escuchar en el lenguaje común de la calle (dos redundancias seguidas, ya se me olvida escribir) que alguien es "realista" o que tal persona es una "idealista". Aunque lejanamente emparentados con sus parientes filosóficos, estos conceptos tienen una pobreza mucho mayor. En lenguaje coloquial, una persona realista presenta las cosas como son, sin necesidad de suavizarlas mientras que un idealista suele ser más utópico y más ciegamente optimista. Esto ha quedado bastante alejado de aquello que llamaremos idealismo filosófico.

Pero antes de meternos en faena tenemos que considerar el problema que estamos analizando. Los filósofos son personas que piensan bastante, por si no os habíais dado cuenta. Utilizan la razón constantemente para enfocar los problemas y tratar de resolverlos. Cuando uno se da cuenta del poder que tiene la razón, de la potencia de esa herramienta que utilizamos, puede resultar fácil y tentador concederle todo el poder para resolver cualquier problema. La pregunta que vamos a plantear es: ¿qué es más real: lo interior o lo exterior? Es decir, ¿es más importante aquello que pienso o aquello que provoca mis pensamientos? Antes de que todos os lancéis a responder que lo auténticamente real es aquello que provoca mis pensamientos vamos a escuchar ambas posturas con detenimiento (lo cual me obligará a escribir dos entradas).

a) Idealismo:

Sorprendentemente es la postura que ha adoptado la mayoría de los filósofos en la humanidad. El idealismo se da cuenta de que la realidad solamente tiene sentido si hay alguien que la perciba y piense en ella. El idealismo mantiene que nuestras ideas son las que configuran y dan sentido a la realidad, del mismo modo que el IPhone fuerza a las aplicaciones a adaptarse a su sistema. Las aplicaciones solamente tienen sentido si pueden instalarse en el sistema operativo adecuado y la realidad solamente puede existir si puede ser pensada, (o si puede ser percibida). Para los idealistas la realidad es tremendamente plástica y flexible pues el ser humano puede configurarla y cambiarla a su gusto por medio de las ideas.

Esto tiene muchísimas consecuencias. Para empezar, el concepto de verdad tiene que cambiar necesariamente. Una vez la realidad pasa a segundo plano por detrás del mundo interior del ser humano ya no tiene sentido buscar la verdad como aquello que se adecua con el mundo exterior. Lo que sí tiene sentido es buscar certezas, buscar seguridad. No es casual que la filosofía moderna gire en torno al concepto de certeza mucho más que alrededor de la verdad. Cuando Descartes se plantea su duda metódica, lo que está buscando no es la verdad, sino algo evidente.

Por supuesto, otra consecuencia es que políticamente las utopías florecen alegremente. En el momento en el que la realidad exterior depende de nuestras ideas ya solamente tenemos que tener ideas correctas y buenas para crear una realidad correcta y buena. Al resultar las ideas más reales que la propia realidad, una utopía ya no es utopía sino algo perfectamente realizable. Lo único que se necesita es el tesón suficiente para moldear la realidad a nuestro antojo. De este modo, el idealismo teórico filosófico se transforma en un idealismo político de terribles consecuencias.

Todo idealismo se apoya en el poder indiscutible de la razón. La ciencia nos ha mostrado que todo es sometible a leyes, todo es matematizable. Y no hay nada más racional que las matemáticas y la ciencia. La ciencia ha logrado dominar la realidad, la mente ha conseguido doblegar la tozudez proverbial de la realidad exterior y conseguir resultados. ¿Cómo no vamos a intentarlo en la política? Todos los totalitarismos (socialistas o de derechas) se apoyan en esta idea: hay que someter al ser humano al dominio de la razón y forzarlo de tal manera que podamos generar un paraíso en la tierra. Esto, no hace falta que lo diga, no ha traído consecuencias nada felices a nuestro mundo y no está de más repetir que lo humano no es sometible a leyes porque lo humano cuenta con un elemento del que el resto de la realidad física carece: la libertad.

Pero no quiero apartarme del tema. El próximo analizaremos el realismo y veremos qué pros y contras nos proporciona.


¡Saludos filosóficos!